LA BALADA DE DOS CORAZONES

LA BALADA DE DOS CORAZONES

Cuando nuestros corazones se abren
y se colocan uno junto al otro
como dos espejos
que, reflejándose mutuamente,
se multiplican hasta el Infinito,
nosotros abrimos las puertas de la Eternidad
y por ahí pasamos sin movernos.

La Flor del Tiempo
congélase por un instante
en el cristal de la Eternidad
en el que nos reflejamos
con cuerpos sin sombras
con la luz de nuestras almas
tiernas y puras
sólo parecidas a ellas mismas
e infinitamente iguales…

En lo más profundo del Corazón
el tiempo no existe
y si existe
no transcurre sino que está detenido
y se atraviesa en un instante:
basta con formular un deseo
para verlo cumplido.
La mayor profundidad del Corazón
no sabe de tiempo y espacio.
El Alma reconoce al Alma
y se atiene al tema principal.

Quizá habría más luz
en nuestros corazones
si los Corazones miraran el Sol
en lugar de las agendas:
todo lo que se escribe
se borra
como una blanca evaporación
del espejo empañado.

*
Del poemario La llama del silencio, 2006
(Traducido del serbio por Silvia Monrós-Stojaković)

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